Menos productores, concentración de tierras, pérdida de fertilidad, contaminación ambiental, empobrecimiento social: evidencias del fracaso del modelo agropecuario extractivo. Mientras tanto, la agroecología crece en más de 200.000 hectáreas del país y crece también en términos de producción de alimentos. Desde Guaminí, la experiencia que reúne producción sana y producción accesible para la comunidad. La actitud frente a la violencia oficial, y reflexiones de quienes cultivan: lo diverso, la rentabilidad y la paz mental.

Por Sergio Ciancaglini (lavaca.org)

Hace un par de meses, la mendocina Guni Cañas destacaba el crecimiento de grupos que promueven la solidaridad y la vida digna en medio del aumento de la derecha y el odio. Este contexto da pie a una conversación con Marcelo Schwerdt, un defensor de la agroecología en Guaminí. Schwerdt critica el modelo agroquímico y transgénico, señalando su fracaso, evidenciado por la drástica reducción de productores en varias provincias argentinas y la concentración de la producción en pocas manos. Resalta problemas graves como la pérdida de fertilidad del suelo, biodiversidad, y el aumento del uso de agrotóxicos, que han llevado a un empobrecimiento de las comunidades rurales. Sin embargo, también observa un crecimiento creciente de la agroecología como alternativa viable.

¿Qué es la agroecología?

La agroecología es un paradigma que busca diseñar y gestionar sistemas agroalimentarios que sean económicamente viables, socialmente justos y ambientalmente sostenibles. Se basa en prácticas que evitan insumos químicos y organismos genéticamente modificados. Según Marcelo Schwerdt, en los últimos años ha habido un notable aumento en grupos agroecológicos, pasando de 34 a 191, con más de 1.600 productores en 200.000 hectáreas. Más de cien municipios ahora apoyan la agroecología, fomentando la colaboración entre productores, investigadores y funcionarios para repensar el uso del territorio. En un contexto de crisis climática y sanitaria, la agroecología ofrece la posibilidad de producir cultivos sanos, recuperar la ruralidad y generar valor en el sector agrícola.

Novias y agro-oncología

En Guaminí, Marcelo Schwerdt, exdirector de Medio Ambiente, se dio cuenta de la grave contaminación por agroquímicos en su comunidad. Esto lo llevó a proponer una ordenanza para regular su uso y a formar un grupo de productores interesados en la agroecología. Entre ellos estaba Rafael Bilotta, quien abandonó el modelo transgénico y descubrió que la agroecología no solo era viable económicamente, sino que también mejoraba la calidad de vida. Fabián Soracio destacó que aquellos que usan agroquímicos son "agro-oncológicos".

El campo La Aurora, reconocido por la FAO, muestra que es posible obtener altos rendimientos con menos insumos, generando mayores ganancias. Schwerdt menciona que el trabajo en colaboración entre productores ha llevado a que de 100 hectáreas agroecológicas se haya pasado a más de 5.000 en la región. Aunque algunos productores son reacios por inseguridad o por la influencia del modelo convencional, nadie que haya adoptado la agroecología ha vuelto atrás.

La naturaleza y Maradona

Marcelo Schwerdt explica cómo se implementa la agroecología, destacando las diferencias con la agricultura convencional. En los campos convencionales, se utilizan fertilizantes y pesticidas químicos que destruyen la vida del suelo, resultando en una pérdida de fertilidad y un aumento en la resistencia de malezas. Esto crea un ciclo de dependencia en insumos químicos que perjudica a los productores.

En contraste, la agroecología fomenta la biodiversidad mediante la consociación de diferentes plantas, como cereales y leguminosas, que enriquecen el suelo naturalmente al fijar nitrógeno y cubrirlo para prevenir el crecimiento de malezas. Esto no solo mejora la fertilidad, sino que también permite una mayor producción; en Guaminí, los campos agroecológicos han alcanzado rendimientos de hasta 4.800 kilos de trigo por hectárea, frente a un promedio de 2.500 en sistemas convencionales.

Además, se utilizan corredores biológicos para atraer insectos beneficiosos y se fomentan colmenas para polinización, promoviendo un ecosistema más saludable. Schwerdt señala que esta práctica no solo aumenta la rentabilidad al reducir la dependencia de insumos, sino que también tiene beneficios para la salud, evidenciados por la presencia de plaguicidas en el agua potable. Como dice Schwerdt, "los tenemos adentro", refiriéndose a la contaminación por agroquímicos.

Elefantes blancos

Marcelo destaca que el modelo agropecuario argentino, a pesar de ser visto como un gran generador de divisas, tiene un costo oculto: Argentina importa la misma cantidad en agroquímicos que exporta en carne y leche. Al adoptar la agroecología, el país podría no solo eliminar estas importaciones, sino también generar productos alimentarios de calidad y accesibles, promoviendo la soberanía alimentaria.

En Guaminí, se dieron cuenta de la falta de producción local de alimentos básicos, lo que llevó a la creación de una cooperativa en 2019 para fortalecer la agricultura intensiva. Esto facilitó el acceso a insumos y permitió la construcción de invernaderos. Como resultado, la producción de verduras en Guaminí aumentó de una hectárea a 15, alcanzando 600 toneladas de hortalizas y estableciendo dos locales de venta. Así, no solo se habló de soberanía alimentaria, sino que se comenzó a construir realmente.

Buena leche y un secreto

Miriam Mori, miembro de la cooperativa FRAAGUA, destaca que sus tomates son excepcionales porque se cultivan sin químicos, lo que les permite ofrecer precios competitivos en comparación con las verduras convencionales. Patricio Hernández y su esposa Lorenza, quienes abandonaron trabajos agotadores tras unirse a la cooperativa, ahora disfrutan de una mejor calidad de vida y felicidad.

FRAAGUA también incluye a productores como Mauricio Bleynat y Martín Rodríguez, quienes han transformado tambos en sistemas pastoriles, produciendo quesos de alta calidad a precios más bajos que los industriales. La creación de harina integral de trigo agroecológico ha convertido la zona en un polo harinero, y hay planes para revitalizar la pesca artesanal.

A pesar de un contexto adverso marcado por políticas destructivas, Schwerdt enfatiza que estos cambios representan una forma de resistencia. La experiencia ha demostrado que, además de lo económico, lo más valioso es la paz y la conexión entre las personas, lo que permite enfrentar desafíos y construir soluciones colectivas.

Extractos de la revista MU. Puedes suscribirte a Aquí