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- Paúl Robles By
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"Yo, que he sido amante de la vida, nunca imaginé que podría rendirme en los brazos de la muerte. La muerte está tan mitificada que, cuando se aproxima, ni siquiera podemos pronunciar su nombre."
Paola Roldán E.
Ti Si What Ti Si es una obra que relata la experiencia real de Paola Roldán Espinosa, una ecuatoriana que enfrentó la Esclerosis Lateral Amiotrófica (ELA), al mismo tiempo que impulsaba un debate fundamental sobre el derecho humano a una muerte digna. Su historia no es solo un testimonio personal, sino un llamado a la reflexión social.
Una experiencia cercana a la muerte puede alterar radicalmente la perspectiva desde la cual se vive. No hablo de un accidente fortuito donde la muerte apenas te roza, sino de una condición que transforma tu existencia por completo, como es el caso de las enfermedades que hoy llamamos "catastróficas". En este caso, la ELA, una afección que afecta a 2 de cada 100 mil personas en el mundo, fue la que progresivamente le robó a Paola su movilidad, dejándola postrada y conectada a un respirador en sus últimos años. En diciembre de 2022, a pesar de su deterioro físico, publicó un libro que narra su vida y cómo esta enfermedad irrumpió en ella. Paola falleció el 11 de marzo de 2024.
La vida de Paola, narrada en este libro, es un compendio de momentos idílicos, marcada por una infancia feliz y privilegiada. Su historia podría verse como un "camino del héroe", que incluye viajes por el mundo, el rechazo a los convencionalismos familiares que limitaban su crecimiento personal, y la vivencia de su matrimonio y maternidad, ambos igualmente influenciados por circunstancias adversas, como el accidente de su esposo.
La obra de Paola es una profunda meditación sobre la vida y la muerte, celebrando ambas en su justa medida. Con un lenguaje cargado de metáforas vivas, imágenes poéticas y reflexiones filosóficas, nos sumerge en un viaje emocional que oscila entre la celebración vibrante de la vida y la serena aceptación de la muerte. Cada frase invita a contemplar la dualidad de la existencia con una perspectiva de reconciliación espiritual.
Este relato no solo aborda el proceso de la muerte física, sino también la importancia de prepararse para ese último viaje. A través de episodios profundamente reflexivos, Paola nos invita a explorar las múltiples capas emocionales y filosóficas que surgen al enfrentar una enfermedad terminal.
Diagnósticada con ELA en 2020, Paola no solo decidió compartir su historia, sino que emprendió una campaña de concienciación sobre la enfermedad, luchando por los derechos de quienes la padecen. Paralelamente, presentó una demanda ante la Corte Constitucional de Ecuador para que se declarara la inconstitucionalidad del artículo 144 del Código Orgánico Integral Penal, que castigaba con hasta 13 años de prisión el homicidio simple, incluyendo la eutanasia.
Tras meses de deliberación, en febrero de 2024 la Corte Constitucional emitió un fallo a favor de su demanda. Así, Ecuador se convirtió en el noveno país del mundo en despenalizar la muerte asistida en casos extremos.
Como activista por una vida y una muerte dignas, el legado de Paola Roldán no es solo su lucha, sino también su obra, Ti Si What Ti Si. Este libro es un testimonio vulnerable, transparente y desnudo. No pretende ser una obra maestra, pero quizás por esa honestidad, lo es. Nos recuerda que todos, en algún momento, enfrentamos nuestra "noche oscura".
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- Sergio C. (La Vaca.Org) By
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Menos productores, concentración de tierras, pérdida de fertilidad, contaminación ambiental, empobrecimiento social: evidencias del fracaso del modelo agropecuario extractivo. Mientras tanto, la agroecología crece en más de 200.000 hectáreas del país y crece también en términos de producción de alimentos. Desde Guaminí, la experiencia que reúne producción sana y producción accesible para la comunidad. La actitud frente a la violencia oficial, y reflexiones de quienes cultivan: lo diverso, la rentabilidad y la paz mental.
Por Sergio Ciancaglini (lavaca.org)
Hace un par de meses, la mendocina Guni Cañas destacaba el crecimiento de grupos que promueven la solidaridad y la vida digna en medio del aumento de la derecha y el odio. Este contexto da pie a una conversación con Marcelo Schwerdt, un defensor de la agroecología en Guaminí. Schwerdt critica el modelo agroquímico y transgénico, señalando su fracaso, evidenciado por la drástica reducción de productores en varias provincias argentinas y la concentración de la producción en pocas manos. Resalta problemas graves como la pérdida de fertilidad del suelo, biodiversidad, y el aumento del uso de agrotóxicos, que han llevado a un empobrecimiento de las comunidades rurales. Sin embargo, también observa un crecimiento creciente de la agroecología como alternativa viable.
¿Qué es la agroecología?
La agroecología es un paradigma que busca diseñar y gestionar sistemas agroalimentarios que sean económicamente viables, socialmente justos y ambientalmente sostenibles. Se basa en prácticas que evitan insumos químicos y organismos genéticamente modificados. Según Marcelo Schwerdt, en los últimos años ha habido un notable aumento en grupos agroecológicos, pasando de 34 a 191, con más de 1.600 productores en 200.000 hectáreas. Más de cien municipios ahora apoyan la agroecología, fomentando la colaboración entre productores, investigadores y funcionarios para repensar el uso del territorio. En un contexto de crisis climática y sanitaria, la agroecología ofrece la posibilidad de producir cultivos sanos, recuperar la ruralidad y generar valor en el sector agrícola.
Novias y agro-oncología
En Guaminí, Marcelo Schwerdt, exdirector de Medio Ambiente, se dio cuenta de la grave contaminación por agroquímicos en su comunidad. Esto lo llevó a proponer una ordenanza para regular su uso y a formar un grupo de productores interesados en la agroecología. Entre ellos estaba Rafael Bilotta, quien abandonó el modelo transgénico y descubrió que la agroecología no solo era viable económicamente, sino que también mejoraba la calidad de vida. Fabián Soracio destacó que aquellos que usan agroquímicos son "agro-oncológicos".
El campo La Aurora, reconocido por la FAO, muestra que es posible obtener altos rendimientos con menos insumos, generando mayores ganancias. Schwerdt menciona que el trabajo en colaboración entre productores ha llevado a que de 100 hectáreas agroecológicas se haya pasado a más de 5.000 en la región. Aunque algunos productores son reacios por inseguridad o por la influencia del modelo convencional, nadie que haya adoptado la agroecología ha vuelto atrás.
La naturaleza y Maradona
Marcelo Schwerdt explica cómo se implementa la agroecología, destacando las diferencias con la agricultura convencional. En los campos convencionales, se utilizan fertilizantes y pesticidas químicos que destruyen la vida del suelo, resultando en una pérdida de fertilidad y un aumento en la resistencia de malezas. Esto crea un ciclo de dependencia en insumos químicos que perjudica a los productores.
En contraste, la agroecología fomenta la biodiversidad mediante la consociación de diferentes plantas, como cereales y leguminosas, que enriquecen el suelo naturalmente al fijar nitrógeno y cubrirlo para prevenir el crecimiento de malezas. Esto no solo mejora la fertilidad, sino que también permite una mayor producción; en Guaminí, los campos agroecológicos han alcanzado rendimientos de hasta 4.800 kilos de trigo por hectárea, frente a un promedio de 2.500 en sistemas convencionales.
Además, se utilizan corredores biológicos para atraer insectos beneficiosos y se fomentan colmenas para polinización, promoviendo un ecosistema más saludable. Schwerdt señala que esta práctica no solo aumenta la rentabilidad al reducir la dependencia de insumos, sino que también tiene beneficios para la salud, evidenciados por la presencia de plaguicidas en el agua potable. Como dice Schwerdt, "los tenemos adentro", refiriéndose a la contaminación por agroquímicos.
Elefantes blancos
Marcelo destaca que el modelo agropecuario argentino, a pesar de ser visto como un gran generador de divisas, tiene un costo oculto: Argentina importa la misma cantidad en agroquímicos que exporta en carne y leche. Al adoptar la agroecología, el país podría no solo eliminar estas importaciones, sino también generar productos alimentarios de calidad y accesibles, promoviendo la soberanía alimentaria.
En Guaminí, se dieron cuenta de la falta de producción local de alimentos básicos, lo que llevó a la creación de una cooperativa en 2019 para fortalecer la agricultura intensiva. Esto facilitó el acceso a insumos y permitió la construcción de invernaderos. Como resultado, la producción de verduras en Guaminí aumentó de una hectárea a 15, alcanzando 600 toneladas de hortalizas y estableciendo dos locales de venta. Así, no solo se habló de soberanía alimentaria, sino que se comenzó a construir realmente.
Buena leche y un secreto
Miriam Mori, miembro de la cooperativa FRAAGUA, destaca que sus tomates son excepcionales porque se cultivan sin químicos, lo que les permite ofrecer precios competitivos en comparación con las verduras convencionales. Patricio Hernández y su esposa Lorenza, quienes abandonaron trabajos agotadores tras unirse a la cooperativa, ahora disfrutan de una mejor calidad de vida y felicidad.
FRAAGUA también incluye a productores como Mauricio Bleynat y Martín Rodríguez, quienes han transformado tambos en sistemas pastoriles, produciendo quesos de alta calidad a precios más bajos que los industriales. La creación de harina integral de trigo agroecológico ha convertido la zona en un polo harinero, y hay planes para revitalizar la pesca artesanal.
A pesar de un contexto adverso marcado por políticas destructivas, Schwerdt enfatiza que estos cambios representan una forma de resistencia. La experiencia ha demostrado que, además de lo económico, lo más valioso es la paz y la conexión entre las personas, lo que permite enfrentar desafíos y construir soluciones colectivas.
Extractos de la revista MU. Puedes suscribirte a Aquí
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- Escuela Popular Agustín Cueva By
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En la Consulta Popular realizada en Ecuador el 21 de abril de 2024, los trabajadores derrotamos la precarización laboral.
En la pregunta “E” de la Consulta Popular realizada en Ecuador, que buscaba reformar la Constitución para permitir la Contratación por Horas y el Contrato a Plazo Fijo, los trabajadores (de la ciudad y el campo) se impusieron al gobierno de banqueros, empresaurios y grandes medios de comunicación, triunfando el NO con el 69, 51% de los votos válidos frente al 30,49 % por el SI.
6´336.892 ecuatorianos votaron por un trabajo con derechos, y dijeron NO a la inestabilidad en el trabajo, NO al desconocimiento de los beneficios de ley como el fondo de reserva, vacaciones, décimos; NO a las cero expectativas de poder ascender o mejorar la situación laboral; NO a ninguna expectativa de algún día tener jubilación patronal, desahucio, retiro o seguridad social.
NO al desconocimiento de todo derecho colectivo, sindicalización y la contratación colectiva. En definitiva, NO a la esclavitud laboral que hubiere provocado el Contrato Por Horas. Un trabajo sin derechos provoca aumento desmesurado de ganancias para los empresaurios.
El desempleo (3.9%) e informalidad (61.1%) de la Población Económica activa (sub empleo 20.4%, empleo no pleno 28.6%, empleo no remunerado 12.1%) no se soluciona precarizando las condiciones de trabajo.
Para crear empleos se deben tomar medidas como:
• Que las ganancias de los banqueros, grandes empresarios, importadores, exportadores se reinviertan en el país -generando nuevas empresas y empleo- y no se las saque a la especulación a los países fiscales.
• Que se cobre los impuestos a los grandes contribuyentes: grandes empresa y banca (los últimos 14 años se les ha perdonado más de 10 mil millones de dólares)
• Que se proteja, se subsidie y se potencie al sector artesanal, las pequeñas y medianas industrias, verdaderas generadoras de empleo, con medidas fiscales, tributarias y arancelarias favorables.
• Que se apoye el campo: al campesino, al agricultor, se favorezca la seguridad alimentaria del país.
• Que existan sueldos y salarios dignos que dinamicen el mercado interno, que los trabajadores puedan consumir lo que ellos mismos producen.
¿Y ESTE 1 DE MAYO?
Reivindicamos el triunfo en la consulta, y convocamos a la población en general a organizarnos, unificarnos y defender los derechos, instituciones y soberanía nacional del proyecto neoliberal de este Gobierno que busca que prevalezcan los intereses de su casta sobre el pueblo en general.
Necesitamos defender el IESS y las empresas públicas de las fauces privatizadoras.
Defendemos nuestros territorios y comunidades de la fiebre minera de las transnacionales aupadas por el gobierno, que a sangre y fuego buscan imponerse en nuestros territorios.
Defendemos nuestra salud y educación cuyos presupuestos han sido recortados, para favorecer con remisiones tributarias a los grandes contribuyentes.
Defendemos nuestra soberanía nacional, del sobre endeudamiento externo, como el reciente préstamo de 4.000 millones de dólares con el FMI, para pagarle al mismo FMI.
Denunciamos el auto sabotaje al sector eléctrico – por falta de mantenimiento de las represas- para facilitar el negocio de las barcazas, el aumento de costo de la energía y posterior privatización.
Los derechos y lo que queda del Estado de bienestar social, es producto de la lucha, movilización y vida de los pueblos y sus movimientos sociales; este primero de mayo recordamos justamente a los Mártires de Chicago: Augusto Spies, Alberto R. Parsons, Adolfo Fischer, George Engel, y a miles de trabajadores que se movilizaron por la reducción a la jornada laboral a 8 horas, en la huelga general convocada el 1 de mayo de 1886 en Chicago.
¡VIVAN LOS TRABAJADORES Y TRABAJADORAS!
¡VIVA EL PRIMERO DE MAYO!!
¡LOS TRABAJADORES DERROTAMOS EL CONTRATO POR HORAS Y LA PRECARIZACIÓN LABORAL!
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- Octavio Albertola By
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En el mundo de hoy nada o casi nada es alentador, todo o casi todo es portador de desesperanza. Además de las guerras y los genocidios, que pueden culminar en un apocalipsis nuclear, las crisis virales y climáticas pueden convertir la Tierra en un planeta inhabitable.
Efectivamente, jamás la supervivencia de la humanidad ha estado tan amenazada como lo está hoy por la locura bélica y la desmesura del desarrollo capitalista. Una terrible y paradójica amenaza; puesto que es el modelo civilizacional autoritario y capitalista de vida -dominante hoy en el mundo y supuesto promotor del bienestar humano- el que la ha hecho surgir y no para de promoverla. Al punto de que la humanidad se encuentra hoy ante el dilema de cambiar dicho modelo para sobrevivir o seguir manteniéndolo (pese a amenazar su supervivencia) y resignarse a correr ese riesgo existencial.
Que se reconozca o no, este es el dilema que se nos plantea hoy a todos los seres humanos y al que los contemporáneos debemos o deberemos dar de más en más una respuesta; pues es obvio que, ser o no ser conscientes de esta amenaza y adoptar la actitud consecuente (sea por instinto de supervivencia o por no resignarse a renunciar al deber de seguir haciendo humanidad), será decisivo para el porvenir de la humanidad y del mundo.
Ser consciente de lo que el mundo es hoy y reconocerlo es pues un imperativo categórico ético y existencial. No solo por ser la verdad una necesidad para poder cambiar la realidad sino también para incitarnos a luchar contra la desesperanza y lo que amenaza nuestro porvenir y el de la humanidad. ¡Lucha más necesaria hoy que nunca y no solo por razones políticas de justicia social, también por lógica y dignidad existencial!
Además de que, como lo dijo Camus en tiempos tan o más sombríos que los presentes, “el gusto por la verdad no impide tomar partido”; por ser “precisamente la aceptación de la verdad, por lo que ella es -aunque solo sea en un espíritu- y tal que ella es, la que hace que la esperanza no sea vana”. Puesto que “la verdadera desesperación no nace de estar confrontado a una adversidad de más en más obstinada, ni por el agotamiento de una lucha demasiado desigual, proviene del hecho de no saber las razones para luchar y si, precisamente, debemos hacerlo”.
De ahí la necesidad y la urgencia de seguir manteniendo hoy el gusto por la verdad. No solo por las mismas razones que Camus y sus contemporáneos lo hicieron en aquellos tiempos, sino también porque, además de ser ahora tan claras e inexcusables las razones de luchar como lo fueron entonces para ellos, hoy lo son aún más por la amenaza que la crisis climática representa para la supervivencia física de la humanidad. Una crisis provocada por la inconsciencia de promover un modelo civilizacional que, además de ser absurdo e injusto, es ecocida.
Un modelo, el capitalismo (basado en la apropiación individual del esfuerzo colectivo y de los recursos naturales a través de la competición y el expolio), que, además de enfrentarnos los unos contra los otros, establece la división de clases (dominantes y dominados, explotadores y explotados) en el seno de las sociedades humanas.
De ahí que, por ser el Capital el alfa y el omega de este modelo, el desarrollo capitalista no considere la vida el bien prioritario y que, en consecuencia este desarrollo se convierta en una amenaza para todo lo viviente al no respetar ningún límite en la explotación de los recursos de la naturaleza.
¿Cómo pues no considerar el mantenimiento de este modelo, que está convirtiendo en inhabitable el único planeta habitable en nuestro sistema solar, una seria y grave amenaza existencial para la humanidad, y cómo no denunciar la inconsciente y criminal responsabilidad de los promotores y cómplices de este modelo, injusto y ecocida?
Así pues, denunciar este modelo y luchar para cambiarlo por uno que sea a la vez justo y ecosostenible, es un deber ético y una decisión lógica de urgencia existencial. No solo por las terribles catástrofes medioambientales y humanas que la degradación climática ya está causando, también porque su aceleración nos acerca de más en más a un punto en que ella será irreversible y el ecocidio inevitable.
Buscar cómo parar esta amenaza existencial y luchar por la emancipación humana y la creación de un mundo ecosostenible de justicia y libertad es hoy un deber ético-existencial. Un deber y una necesidad de urgencia imperativa para todos los contemporáneos que no se resignen a ser cómplices de una perspectiva tan absurda e indigna: la del final de la aventura humana y la desaparición de la vida en este planeta.
Para los anarquistas, la lucha por un mundo ecosostenible es indudablemente la consecuencia lógica de su lucha por un mundo de justicia y libertad. Una consecuencia lógica porque, para ellos, lo ético es inseparable de lo existencial. De ahí que hoy, por estar tan amenazada la vida, su (nuestro) objetivo deba ser un mundo realmente ecológico y auténticamente democrático; pues, si no es ecológico no será sostenible y solo siendo auténticamente democrático (las decisiones tomadas por todos) podrá ser solidario. Por consiguiente, los y las anarquistas deben (debemos) ser hoy resueltamente ecosolidario/as.
La ecosolidaridad siendo realmente la práctica generalizada del apoyo mutuo en todas las formas de la actividad y la convivencia humanas en el seno de una sociedad que, para ser ecosostenible, rechaza toda forma de enriquecimiento individualista y de depredación de los recurso naturales Una práctica que, además de ser solidaria, es necesariamente horizontal y no jerárquica, por ser la ecosolidaridad la práctica de la ayuda mutua entre seres libres e iguales, que, además de ser conscientes de los retos ecológicos, actúan decidida y consecuentemente para hacerles frente.
La ecosolidaridad es la verdadera e imperiosa urgencia de la humanidad; puesto que solo podrá salir del callejón sin salida ecológico en el que se encuentra hoy si se decide a practicarla y a mantener los puentes entre el hoy, el ayer y el anteayer para seguir haciendo humanidad.
Esta es pues la razón por la que el anarquismo debe ser hoy resueltamente ecosolidario.
El Salto
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Tomado de: https://www.lahaine.org/est_espanol.php/por-un-anarquismo-resueltamente-ecosolidario
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- GRAIN.ORG By
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Con el fin de mostrar compromiso con el cambio climático y la sustentabilidad, los gigantes de la alimentación y la agroindustria se han unido en torno al término “agricultura regenerativa”. Este término está ganando terreno en los círculos políticos, las conferencias de inversionistas y las estanterías de los supermercados, y es promovido de manera destacada en la COP28 de este año. Pero esto no es más que uno de los repetidos intentos por parte de estas corporaciones para debilitar el apoyo a la agroecología y consolidar aún más sus ganancias; todo esto en medio de múltiples crisis causadas por el modelo de agricultura industrial del cual éstas dependen.
La corporación anglo-holandesa Unilever es una de las empresas de alimentos más antigua y grande del mundo. Su extenso imperio se construyó sobre la base de fincas y plantaciones industriales productoras de aceite de palma, soja y té, entre otros cultivos destinados a abastecer sus fábricas. Pero últimamente Unilever ha puesto en duda la sustentabilidad de sus fundamentos agrícolas.
“Debido a los resultados de prácticas agrícolas convencionales y dañinas, combinadas con una dependencia excesiva de muy pocos tipos de cultivos, nuestro sistema alimentario no es resiliente al cambio climático ni al impacto de las crisis”, dice su directora global de Sustentabilidad, Dorothy Shaver. “Por eso Unilever se compromete a invertir en la transición hacia la agricultura regenerativa”.
Los tomates, uno de los “cultivos demasiado poco diversos” de los que Unilever es uno de sus principales compradores, serían un buen punto para comenzar esta transición. Los tomates se cultivan en todo el mundo, pero su producción para empresas como Unilever está intensamente industrializada y concentrada en unos cuantos países; de hecho, en unas pocas regiones seleccionadas donde el acceso a mano de obra, tierra y agua es barato. Desde estos lugares los tomates y sus derivados inundan los mercados globales perjudicando a la pequeña agricultura, a la producción en pequeña escala de alimentos. La provincia china de Xinjiang, criticada por el trabajo forzado de la población uyghur en sus fincas, es una de las principales productoras para empresas extranjeras alimentarias.
Otra gran productora de alimentos es la región española de Extremadura, y su producción está dominada por una sola empresa: el Grupo Conesa. Esta empresa familiar, conocida por su historial de hacer uso de su poder monopólico para pagar precios “ruinosos” y por embolsarse ilegalmente subvenciones agrícolas de la UE, asegura que casi las tres cuartas partes de su enorme plantación de 2 mil 250 hectáreas de tomates en Badajoz son destinadas a abastecer a Unilever.
Centrándose en el agua, ahora estos terrenos de Badajoz son la vitrina de la estrategia de agricultura regenerativa de Unilever. Utilizando estas técnicas, Unilever afirma que ha podido reducir en un 35% el uso del agua a la vez que aumentó el rendimiento de sus cultivos en 30%, sobre todo instalando riego por goteo y un sistema de monitoreo satelital. Si bien estas cifras pueden parecer impresionantes, en un contexto como el de Extremadura, éstas se encuentran lejos de ser lo que podría considerarse verdaderamente “regenerativo”.
Extremadura atraviesa la peor crisis hídrica de la historia. Si bien en parte esto es por la sequía, que ahora parece ser un fenómeno permanente debido al cambio climático, la razón principal es la expansión descontrolada de la agricultura de riego para cultivos de exportación. La masiva expansión del riego durante los últimos años ha convertido a la región de Extremadura en uno de los principales productores del mundo de cultivos de riego intensivo, como los tomates, pero a un enorme costo para quienes consumen agua y para el medioambiente. Desde 2015, tanto el área dedicada al riego como el agua utilizada para éste han aumentado significativamente, pese a que muchas fincas se han pasado al riego por goteo, que ahora representa 60% del riego en la región.
Eugenio Romero, investigador agrícola de Extremadura, afirma: “Necesitamos pensar seriamente en reducir la superficie de riego y optar por cultivos con menores necesidades hídricas”. Romero sostiene que la región ya no puede permitirse exportar agua a través de cultivos como el tomate. “Las cuentas no cuadran”, dice. “No hay suficiente agua para todos. El mapa de cultivos de Extremadura ya no es sustentable”.
El problema, entonces, no es el modo en que las fincas como las de Badajoz u otras similares producen sus tomates: el problema es que producen tomates, y punto. Cambiar el mapa de cultivos de Extremadura para que éste realmente regenere el agua implicaría cambiar la producción a un conjunto diverso de cultivos alimentarios para abastecer mercados locales, lo que a su vez requeriría pequeñas fincas y comunidades rurales dinámicas y no megafincas y transnacionales de alimentos. En el caso de Extremadura, que tiene una de las situaciones de tenencia de tierra más desiguales y concentradas de Europa, significaría también cambiar su mapa territorial.
Tales transformaciones están muy lejos del alcance del proyecto de agricultura regenerativa de Unilever y Conesa. Por el contrario, lo que estas corporaciones proponen es un método para evitar estos cambios y así mantener abierto, por un tiempo más, los grifos de esta industria moribunda. Mientras tanto, ambas empresas están protegiendo sus inversiones y ampliando su producción en Xinjiang, donde la situación del agua aún no es tan crítica.
Lo que ayer era “degenerativo” hoy es “regenerativo”
Pero Unilever no se encuentra sola en su promoción de la “agricultura regenerativa”, ya que esta palabra se ha puesto de moda entre casi todas las empresas alimentarias y agroindustriales más grandes del mundo (e incluso entre los fabricantes de ropa), la mayoría de las cuales ha asumido algún tipo de compromiso durante los últimos años. A pesar de esto, lo que estas corporaciones entienden por “agricultura regenerativa” está muy lejos de la idea pensada por los pioneros del concepto. Este término fue acuñado en la década de 1980 por agricultores consternados por el sistema alimentario industrial en Estados Unidos, gente que comenzó a articular una perspectiva agrícola dirigida a “recuperar el contacto entre agricultores y consumidores, la salud mental de los agricultores, la resiliencia de las economías rurales, el papel jugado por los productores, procesadores y distribuidores a pequeña escala y lograr una redistribución del poder en el sistema alimentario”. .
Estos objetivos sociales y políticos iniciales están completamente ausentes en los proyectos corporativos actuales de “agricultura regenerativa”. En cambio, éstos buscan manipular las prácticas de quienes que les abastecen, con el fin de realizar algunas mejoras en lo que respecta a la salud del suelo, el uso del agua, las emisiones de gases con efecto de invernadero y la protección de la biodiversidad. Y todas estas “mejoras” tienen que poder ser cuantificables para que puedan vender su productos como “regenerativos”.
Acción de protesta contra la conferencia sobre "agricultura regenerativa" en Holanda, septiembre de 2023. Foto vía ASEED
En 2023, la plataforma Iniciativa por una Agricultura Sostenible (SAI por sus siglas en inglés), que reúne a la mayoría de las corporaciones de alimentos y agronegocios más grandes del mundo, publicó su marco de acción global para la agricultura regenerativa. Éste enumera nueve “indicadores” para determinar si una finca es o no regenerativa. todos ellos centrados en aumentar el carbono en los suelos, mejorar el manejo del agua, disminuir las emisiones y proteger la biodiversidad. La SAI decidió no incluir “elementos sociales y de subsistencia” ya que medirlos es demasiado “complejo y difícil”.
“El principio básico es hacer más con menos, es decir, mayor productividad con menos uso de insumos, menos uso de agua, menos emisiones de gases con efecto de invernadero, menos riesgo de degradación del suelo y menos uso de combustibles y energía”, dice Luciano Souza, director de Archer Daniels Midland (ADM), un gigante del comercio de cereales a nivel mundial y una de las corporaciones miembro de SAI. En Brasil, ADM lleva a cabo un proyecto de agricultura regenerativa en la región de alta biodiversidad del Cerrado (área devastada por dos décadas de expansión de la agricultura industrial), en conjunto con la multinacional de pesticidas y semillas Bayer y con agricultores sojeros a gran escala. También lo hace Bunge, el comerciante de cereales con sede en Estados Unidos, pero en alianza con UPL (anteriormente United Phosphorus Limited), la principal empresa de semillas, fertilizantes y pesticidas de la India.
Parecería contradictorio que empresas de agroquímicos como Bayer y UPL participen en proyectos que buscan utilizar menos insumos, como la agricultura regenerativa. Pero la agricultura regenerativa empresarial esta relacionada con la eficiencia, por lo ésta puede traducirse en mayores ventas. La mayoría de los proyectos corporativos de agricultura regenerativa, por ejemplo, promueven el uso de herbicidas para el control de malezas, y así evitar la “aradura”, como una manera de aumentar el carbono en los suelos, o recomiendan la siembra directa del arroz como una forma de reducir las emisiones de metano. También animan a agriculturas y agricultores a comprar fertilizantes más precisos y más caros, o nuevas versiones biológicas de los pesticidas. Y quizás lo más importante, pueden engancharles a sus plataformas digitales, con las que pueden influir en sus decisiones.
Para participar en el programa de agricultura regenerativa de Bunge y UPL las agricultoras y agricultores de Brasil deben registrarse en Origeo, la plataforma digital de esta empresa. La plataforma no sólo rastrea y mide sus “resultados regenerativos”; también les asesora sobre qué prácticas adoptar y qué semillas e insumos químicos utilizar. Finalmente Bunge, a través de Origeo, canaliza la venta de su producción a las empresas de alimentos que quieran comercializar los productos con la etiqueta de regenerativos.
La agricultura regenerativa también le permite a la agroindustria acceder al mundo en rápido crecimiento de las “finanzas verdes”. Por ejemplo Amaggi, el gigante brasileño de la agroindustria. Con el fin de financiar la transición hacia la agricultura regenerativa en sus gigantescas fincas, emitió el año 2021 un bono verde de 750 millones de dólares en los mercados internacionales. Por su parte, Unilever creó su propio fondo privado de capitalización destinado a la agricultura regenerativa, uno de los muchos fondos de inversión con esta finalidad creados recientemente, mientras que Nestlé prueba nuevos modelos de negocio para fondos públicos y privados, en un proyecto de agricultura regenerativa financiado por el gobierno alemán que se extiende a lo largo de 3 millones de hectáreas en Argentina, Colombia, Ecuador, Paraguay y Perú,
Quienes se dedican a la agricultura, por su parte, no deben esperar que las corporaciones cubran los posibles costos adicionales de implementar programas corporativos de agricultura regenerativa. Se ha hablado mucho sobre este financiamiento, pero la verdad es que, cuando se trata de compensar al campesinado por la implementación de prácticas regenerativas, ya sea a través de pagos directos o sobreprecios por sus cultivos, ninguna de estas grandes empresas ha puesto mucho dinero propio sobre la mesa. Si estos tipos de proyectos logran avanzar de manera significativa, los costos correrán por cuenta de agricultoras, agricultores y público en general.
“En este momento, los riesgos de la transición recaen demasiado sobre los hombros de quienes cultivan”, admite Stefania Avanzini, directora de la coalición empresarial One Planet Business for Biodiversity, la principal promotora de la agricultura regenerativa al interior del Consejo Empresarial Mundial para el Desarrollo Sustentable (WBCSD por sus siglas en inglés), un importante grupo de presión empresarial a nivel global. “Para reducir los riesgos de la transición agrícola necesitamos que el sector financiero dé un paso al frente, y seamos honestos, también reducir el costo que implica recurrir al sector público para financiarla”.
¿Y por qué no la agroecología?
Es entendible que los pioneros de la agricultura regenerativa estén furiosos por esta cooptación corporativa del término. En España e r, grupos que practican una verdadera agricultura regenerativa han lanzado campañas denunciando a Bayer por utilizar este término para promocionar su herbicida Roundup. Grupos españoles incluso han registrado la marca “agricultura regenerativa” para intentar protegerla de este lavado de imagen.
Pero estos grupos se encuentran librando una batalla cada muy cuesta arriba. Existe un enorme y bien financiado lobby que trabaja para alinear a los gobiernos y a otros actores detrás de la agenda corporativa de la agricultura regenerativa. En la COP28 de este año en Dubai, a través de una iniciativa llamada Regen10, están lanzando un plan centrado en paisajes regenerativos, que lidera WBCSD con la ayuda de empresas de consultoría de alto perfil. Según la declaración oficial del Regen10, su interés central está puesto en la “agricultura convencional” y en las cadenas de suministro corporativas, para lo cual pretende “ofrecer un marco universal de medición”. Para vender esta iniciativa, argumentan que las soluciones a la angustiosa crisis actual pueden encontrarse al interior del sistema alimentario industrial dominante y, en particular, a nivel de las fincas. Parecen no sentir la necesidad de considerar asuntos más amplios, como qué alimentos deben producirse, cómo deben distribuirse, o cómo deben compartirse y gestionarse nuestros preciosos recursos como la tierra, el agua y las semillas en el contexto de un planeta que hierve.
¿En que acciones concretas se ha traducido toda esta parafernalia de las altas esferas corporativas? Un estudio de 2023 de la Iniciativa FAIRR sobre los compromisos corporativos con la agricultura regenerativa, encontró que muy pocos de estos se tradujeron en acciones reales. Ni siquiera se abordaron las cosas más básicas como establecer objetivos cuantificables, probar programas piloto o implementar sistemas de certificación.
Es importante recordar que hace una década, en las conferencias de las Naciones Unidas, estas mismas empresas reclamaban una “agricultura climáticamente inteligente”. Cuando este concepto, bastante carente de significado, cayó en desgracia y sus promesas se evaporaron, recurrieron a las “soluciones basadas en la naturaleza”, un término igualmente ambiguo y que también, por un corto período de tiempo, fue impulsado con fuerza en la ONU. Ambos conceptos fueron aprovechados por las corporaciones de alimentos y agronegocios como una manera de evitar que pensáramos en las soluciones reales, en particular en la agroecología. Así, una vez que su lavado de imagen vaya perdiendo las connotaciones positivas que debe a las iniciativas lideradas por los agricultores, es bastante probable que estas empresas pronto se alejen de la “agricultura regenerativa”, para luego volver a encontrar una nueva palabra de moda.
Probablemente no sea una coincidencia que las corporaciones decidieran adoptar la agricultura regenerativa en el 2019, año en que los 197 países miembros de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO por sus siglas en inglés) apoyaron un documento con los “diez elementos de la agroecología”. La “agroecología” es un concepto muy bien definido, arraigado en los movimientos campesinos e indígenas y respaldado por un enorme acervo de literatura científica. Este concepto no puede aislarse tan fácilmente de sus dimensiones políticas y sociales, ni remodelarse para encajar en las cadenas de abastecimiento dominadas por las corporaciones de alimentos, especialmente porque se sabe que la agroecología está enmarcada al interior de otro concepto igual de importante: el de “soberanía alimentaria”. Estos dos conceptos aterrorizan a las corporaciones, ya que ofrecen soluciones reales, las cuales desafían al poder de las corporaciones y exigen sistemas alimentarios organizados de acuerdo con las necesidades de los productores y los consumidores de alimentos, no en torno a las ganancias corporativas.
Foto: Cumbre de Agricultura Regenerativa y Sistemas Alimentarios 2023 - Ámsterdam.
FUENTE: GRAIN
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